viernes, 1 de julio de 2011

Salir a cenar.

Los argentinos somos muy de ir a cenar. Nos gusta y lo hacemos mucho. Pensé en eso.


HAY VERDADES, CASI LEYES:


Las papafritas claramente son de todos. Por más que las haya pedido uno solo y las vaya a pagar a él, son un patrimonio común a los comensales de la mesa y no corresponde que el ‘dueño’ se moleste ni nada por el estilo. Si pedís papafritas, sabés a lo que te atenés. Lo mismo que cuando sacás un paquetito de Halls y hay tres personas alrededor tuyo. Te van a pedir y vas a DAR, no te sientas mal por eso. 


El pan y la manteca son una tentación del diablo. No porque ‘engorden’ ni ninguna de esas estupideces, sino simplemente porque vos pediste un plato que te va a salir carísimo y estás frente a la comida más barata, rápida, rica y adictiva del restaurant. En especial cuando hay panes redonditos. 


Van a cambiar cosas en todo el Cosmos e incluso van descubrir la cura contra el cáncer, pero hay cosas que no cambian. Las botellitas de vidrio de gaseosas por ejemplo.


Se dejó de usar el pinchito aquel para poner la cuenta y ahora la colocan dentro de una especie de librito. ¿Cuándo desapareció el pinchito? ¿Por qué? ¿Lo consideraron peligroso? ¿Marley se lastimó el dedo y pidió que lo cambien? Misterio. 


Nadie sabe por qué le preguntamos al mozo: ‘Está buena la entraña?’. Mirá, es el mozo. Trabaja ahí. No creo que te diga que está fea. Tiene que ser un mozo o muy hijo de puta o muy fiel a sus convicciones para decirte la verdad (y es un mozo).


HAY DIFERENTES TIPOS DE MOZOS:


El mozo clásico: Imposible tener más arrabal encima. El mozo clásico de Buenos Aires que transpira tango. Son esos mozos viejos con chaleco que se trasladan rápido por el restaurant en el que trabajan desde hace 30 años. Los que siempre están serios y te hablan seco, pero son efectivos como pocos. Pueden apoyar en su antebrazo cinco platos sin que se les caiga uno. Cuando destapan las botellas, levantan la vista y controlan con la mirada todo lo que pasa en el lugar.


El mozo poeta: Generalmente es gente mayor también, pero más posmoderna. El mejor ejemplo que tengo trabaja en el restaurant ‘El Anticuario’ de Mar del Plata y yo lo llamo César. Tipos que sienten la comida, casi que tienen sexo con ella. La describen con precisión y apelan al uso de metáforas. Usan otro tipo de vocabulario. César, por ejemplo, no mezcla las ensaladas, las 'traspola'.


Los mozos que tienen que estar buenos: Se los encuentra en Palermo. Muchachos jóvenes, fornidos y bien parecidos. Prolijos. Jamás en su vida van a tener las habilidades del mozo clásico, pero caen bien porque son simpáticos y macanudos. Los que trabajan en la confitería del Malba son así y parecen arqueros de la B nacional.


Las mozas que tienen que estar buenas: Onda pub. Mujeres con cuerpos voluptuosos. La mayoría de los hombres sienten que lo hacen por ellos, que tienen ese cuerpo y que se pasean por ESE restaurant sólo por ellos y hasta suelen hacerle piropos y reírse cuando la chica se va sonriéndo falsamente.


La moza indie: No le gusta que la llamen moza, porque ella no se considera así. Simplemente es una persona que justo está atendiendo un café. Tal vez el lugar es de un amigo suyo y ella está ayudando por el momento. Tal vez ella es la dueña, pero sigue sin ser una camarera. Discretas. O son muuuuy suaves o medio mala onda con cara de insatisfechas. Parecen sacadas de una película europea. Hay algunas en Palermo y en los bares aledaños a facultades.


El mozo ‘copado’: Es, básicamente, el del Hard Rock. Un idiota que antes de saludarte te dice que se llama ‘Gastón’. Se hace el gracioso y tira chistes pésimos que como no tienen remate, terminan con un ‘jajaja joda’. Cada dos minutos dice ‘chicos’. ‘Chicos, qué van a tomar, chicos? Dale, chicos.’ Me retrotrae a los tarjeteros. Quién le dijo a esta persona que ESO es caer bien?


HAY PROBLEMAS CON LA CUENTA


Un grupo de amigos la pasa muy bien cuando va a cenar. El problema es cuando llega la cuenta. No porque sea mucho, sino porque cada uno de nosotros se enfrenta al mismo problema.
-A ver cuánto soy yo
-Pasame la cuenta
-Pará
-Dámela
-Bancá
*otro la toma*
-Decime cuánto soy yo
-Vos sos 54.
-Eh? Ni ahí.
-Ey, pásenla para acá.


Ese es el primer problema, que pasan dos horas hasta que cada uno logra poseer la cuenta por un minuto y hace bien su suma. Pero hay un obstáculo mucho peor a vencer. Este:
-Yo pago con 100.
-Yo también tengo 100 pesos.
-Yo también.
-Alguien NO tiene un billete de cien pesos?
-Yo tengo 50, pero no comí.


La permanencia del grupo de amigos en el restaurant puede durar toda la noche. Pasan las horas y cada uno sigue mirando preocupado su billetera, como si mirándola fijo pudiera aparecer cambio de la nada, billetitos de San Martín, Belgrano y Rosas. Después de mucho meditarlo, te cagan a VOS. 
-Hagamos una cosa. Pagá vos y nosotros después te devolvemos.


Aclaración: ese sistema NO funciona. Lo probaron en más de cincuenta países y siempre hubo uno al que lo terminaron estafando. 

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